Venezuela es una de las naciones más reguladas del mundo en materia económica y comercial. Sobre todo, el actual gobierno ha puesto gran acento en la imposición de controles a las importaciones y restricciones a la compra de divisas. Todo ello ha influído en los precios y disponibilidad de vinos en los anaqueles de los mercados, lo que, en consecuencia, ha ido moviendo los orígenes del consumo.
Los vinos europeos siempre han tenido que pagar muy altos aranceles para ser nacionalizados en nuestras aduanas (35%). Aun así, la gran mayoría de los europeos inmigrantes que bendicen estas tierras se sienten más a gusto consumiendo productos de sus países del Viejo Continente, por lo que los vinos españoles, italianos, franceses y portugueses siempre han estado y estarán presentes, aunque a muy altos costos (y ahora mucho más por la revalorización del euro respecto al dólar).
Desde hace un poco más de una década, las estanterías de los supermercados y licorerías venezolanas se han visto repletas de diferentes etiquetas chilenas. Y eso no es precisamente porque Chile sea el principal exportador de vinos del mundo, ya que como país exportador de caldos ocupa el quinto puesto, sino que se debe a la supresión de los aranceles o derechos a la importación como consecuencia del Tratado de Libre Comercio que firmaron Chile y Venezuela en 1993. Ya por allí, los vinos chilenos tienen una gran ventaja comparativa respecto a los demás países del Nuevo y Viejo Mundo.
Una década después, en el año 2003, Venezuela, actuando conjuntamente con Colombia y Ecuador, suscribieron con los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) el Acuerdo de Complementación Económica N° 59 de ALADI, en donde se establecieron las reglas para la conformación de una gran Zona de Libre Comercio entre la CAN y el Mercosur, cuyo convenio dispuso la disminución paulatina de los aranceles hasta la eliminación de tales tarifas a la importación pasados 15 años.
En los actuales momentos, los vinos importados desde Argentina y Uruguay pagan un promedio de 4% de aranceles, y en un par de años éstos llegarán a 0%. Ojo, recordemos que además Venezuela negocia su entrada como miembro pleno al Mercosur, lo cual tendrá sus implicaciones políticas, pero en materia comercial no se necesita llegar a perfeccionar dicha adhesión para gozar del libre comercio, gracias al acuerdo comentado.
Tal como vemos, los chilenos tienen una década de ventaja con respecto a los productos de sus vecinos. Pero cada vez se igualan más las condiciones económicas para comercializar vinos chilenos, argentinos y uruguayos, por ello se ve un gran auge de nuevas etiquetas de éstos últimos dos países mencionados.
Otro punto que hasta hace pocos meses favoreció mucho el precio de los productos suramericanos fue el otorgamiento de divisas preferenciales por el Convenio de Pagos y Créditos Recíprocos de ALADI, del cual se beneficiaron los importadores de bebidas alcohólicas originarias de los países de la región, sin embargo, el nuevo requisito de parte del Ministerio para las Industrias Ligeras y Comercio (MILCO) solicitando "Certificados de No Producción" como condición para el otorgamientos de tales divisas, hicieron que los importadores recurrieran al mercado paralelo para traer sus productos, lo que llevó a un aumento inmediato de casi un 80% del precio de los vinos en el primer semestre del año 2008 y se ha hecho muy inestable la fijación de precios que fluctúan de acuerdo a las variaciones del dólar libre.
Así las cosas, hay demasiadas circunstancias intangibles cuando una escoge un vino en la góndola de la tienda o en la carta del restaurant. Y como éste ejemplo, de igual manera ocurre en todos los demás productos, por eso las políticas públicas pueden variar tanto nuestros hábitos de consumo e influir en la calidad de vida de todos nosotros. Por ahora, y mientras se pueda, seguiremos brindando con los buenos vinos argentinos, chilenos y uruguayos, mañana no sabemos si tendremos que tomar sólo cachaza o ron cubano.
(c) Juan Pablo Sucre
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