Por Juan Pablo Sucre
Caracas es una ciudad que genera sentimientos encontrados. Contemplar el Cerro Ávila siempre calma el estrés del tráfico de las horas pico, el bullicio, la contaminación, el caos y la paranoia de la inseguridad que se matizan por lo cautivante de su activa vida que se niega a dejar de ser cosmopolita.
A pesar de la crisis en que estamos eternamente sumergidos, no hemos dejado de ser una urbe latinoamericana vibrante que marca tendencias en cuanto a la movida gastronómica y social; a los caraqueños nos encanta vivir bien y disfrutar la vida a plenitud.
Con esta columna inicio una serie de relatos sobre esos espacios, locales y pequeños rincones que le dan encanto a esta ciudad. Ante el negativismo que justificadamente abunda en estos días, trataremos de resaltar lo positivo, lo rico, lo sensorial, lo Sabroso de Caracas...
Porque definitivamente, eso que llaman "calidad de vida", puede ser elevada por cada uno de nosotros, depende de la óptica como llevemos nuestro transitar y de regalarnos esos pequeños momentos de esparcimiento que retribuyen el esfuerzo del trabajo diario.
Desde el Mercado Chino del Bosque, pasando por las tascas de la Candelaria, los románticos restaurantes y posadas de Galipán, la zona fashion de Altamira y La Castellana, el arte en los jardines de Los Galpones de Los Chorros, las areperas que siempre resuelven, la sencillez del pueblo El Hatillo, cualquier espacio será protagonista de esta columna semanal. ¡No dejen de leerla!
No hay comentarios:
Publicar un comentario