sábado, 21 de febrero de 2009

Il boccon divino: “Un vino para el emperador”

Por F. Point

“Ya te volviste a ensuciar. No sabes lo difícil que es sacar esas manchas.” Se cuenta que así le reclamó la emperatriz Ermengarda a su esposo, nada menos que Carlomagno, cuando éste regresó a palacio después de una prolongada ingesta de vinos de Corton. Hasta ese momento la apelación sólo producía vinos tintos, los más opulentos y, con los de Pommard, los más concentrados de la Côte de Beaune. De modo que no es difícil imaginar el disgusto de la reina de los francos. Pero, con razón, no había manera de apartar al gran Carolus de su caldo favorito. La solución que encontró Ermengarda fue la más ingeniosa. Se puso de acuerdo con los “vignerons” súbditos de la corona para que produjeran un vino blanco en la comuna de Corton. Así, su esposo podía consumir la cantidad que quisiera sin manchar sus reales vestiduras. El resultado fue el CORTON-CHARLEMAGNE, con MONTRACHET y CHEVALIER-MONTRACHET, la más acabada expresión de ese milagro entre los milagros, don entre los dones del “Bon Dieu”, que es la uva chardonnay. Gracias a una de sus esposas, que fueron más de cinco, Karl der Grosse se inmortalizó aun para los más acérrimos desconocedores de la saga del emperador.

El Corton-Charlemagne se produce en las faldas orientales y meridionales de la “montaña de Corton”, en las vecindades del tranquilo villorrio de Pernand-Vergelesses y Aloxe-Corton. Alrededor de 35 ha. de suelo calcáreo que producen 1979 Hl. de insuperado blanco. Pero, como todo en Borgoña, la etiqueta no garantiza la calidad y la mayoría de los productores de C.-Ch. no van más allá del resultado mediocre. Acaso una docena de ellos sean buenos. Y apenas un puñado el que se dedica a elaborar el CORTON-CHARLEMAGNE que rivaliza sin preocupaciones con los MONTRACHETS y MERSAULT-PERRIERES. He aquí algunos: TOLLOT-BEAUT, con apenas media Ha. bajo la fina conducción de la grata Mame. Nathalie, amante incondicional del chocolate de los venezolanos; BOUCHARD&PERE; LOUIS JADOT; LATOUR; LEROY (negociant); el legendario COCHE-DURY, uno de los caldos más costosos del planeta con su 0.3 Ha.; ROUMIER; HOSPICES DE BEAUNE (la codiciada “cuvée François de Salins) y ANTONIN RODET. Pero el CORTON-CHARLEMAGNE emblemático, el que reúne todos los atributos del “terroir” es el producido en el Domaine BONNEAU DU MARTRAY.

Aquellos seres humanos que tienen el privilegio de abrir una botella de DOMAINE DE MARTRAY, están aspirando en sus aromas un buen trozo de la historia de Francia. En sus casi 12 Ha. se encuentra la parcela escogida por los “vignerons” burguiñones para elaborar el vino de acuerdo a las especificaciones de Madame Ermengarda. El caldo que se disponen a probar viene del mismo terreno donde se elaboraba el blanco preferido del emperador Carlomagno: La otra circunstancia, no menos ilustre, es que el actual propietario, el amable conde Jean le Bault de la Morinière, arquitecto y admirador de Carlos Raúl Villanueva, es el sobrino del difunto René Bonneau de Martray, descendiente directo de Nicolás Rolin, canciller de los duques de Borgoña y fundador de los Hospices de Beaune en pleno siglo XV. En las manos del conde, el CORTON-CHARLEMAGNE alcanza niveles insospechados de excelencia. No es un vino fácil, que puede exigir una buena década de espera. El resultado es un blanco suculento, menos opulento que el MERSAULT-PERRIERES, pero más refinado, aristocrático (el de 1994 fue el que se le sirvió a la reina de Inglaterra durante su última visita a Francia), equilibrado y mineral, que recuerda los grandes Chablis de Louis Michel. Su complejidad puede desconcertar pero, con paciencia, se va abriendo como se abren los perfumes de las rosas o las texturas erotizadas de las ostras. Un vino sin concesiones, serio y discreto, pero excitante en su disimulada sensualidad, uno de esos vinos sexy a lo que me refería en otra columna. Es seguro que la buena de Ermengarda disminuyó sus afanes para mantener la apariencia de su esposo. Lo que no sospechaba era que esta sensualidad de su creación enológica, iba a estimular la líbido imperial. Después de ella, el dedicado Carlomagno habría de casarse otras cuatro veces y mantendría, hasta el final, una concurrida serie de reales concubinas.

Fuente: Prodavinci.com

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